Dolor y Pasión en els Poblats Marítims de Valencia. Tierra Canalla ha estado en la Semana Santa Marinera.

Els Poblats Marítims se visten de gala; vestas y afrancesados granaderos, sayones, romanos pretorianos y longinos recorren calles y callejas escoltando los pasos que representan los momentos de Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, les acompañan personajes bíblicos, el pueblo llano y la moderna autoridad uniformada en pintoresco collage, la Policía Municipal, la Benemérita de tricornio y el Ejército español, los mismos sobre los que Compromís ha pedido explicaciones por su participación en estos actos religiosos.

La historia de la fundación y desarrollo de las cofradías en el Marítimo es muy dilatada. Las primeras datan de finales del XVIII aunque ya se habla de una congregación llamada “La Concordia” suscrita a la parroquia de Santa María del Mar hacia 1400 que estaba especialmente dedicada a celebrar la Pascua en Semana Santa.

Es durante el XIX y XX que la Semana Santa Marinera fue adquiriendo devotos y sumando hermandades de manera notable. En la década de 1920 se introduce una novedad gracias a la fundación de la Real Hermandad de la Santa Faz que rompe la costumbre de portar sólo imágenes de Jesús Nazareno, Cristo Crucificado o la Virgen Dolorosa, a partir de entonces se presentan pasos con complejos escultóricos que incluyen otras imágenes. Grandes artistas como Mariano Benlliure o Francisco Teruel firman algunos de los pasos más representativos que podemos contemplar en la actualidad.

La semana Santa Marinera sólo ha cesado su actividad durante los años de la Guerra Civil española (1936-39). Compuesta en su origen por familias pescadoras, ha mantenido entre sus particularidades un vínculo muy especial con este gremio que se concreta en sus ritos, como en Viernes Santo cuando se produce el Encuentro de los Cristos del Salvador y del Amparo en la playa, donde se reza una oración por los muertos en el mar.

Sus días grandes son el Viernes Santo, en que procesionan el Entierro todas las hermandades juntas y el Domingo de Resurrección, cuando se muda el negro y grana como colores dominantes por el blanco glorioso, aunque sus actos se extienden durante dos semanas. Fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional en 2011.

La Semana Santa Marinera es vivida con especial emoción y devoción por los vecinos del Cabanyal-Canyamelar y el Grao. La participación es masiva. 4 parroquias albergan 30 hermandades que compiten con relativa y sana rivalidad por ganar en fervor, estética y disciplina al resto de fieles.

Tierra Canalla ha pasado unos momentos con los hermanos de la Cofradía “Oración de Jesús en el Huerto”, una hermandad adscrita a la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, de reciente creación (2002). A penas cuenta con unos sesenta miembros y unos cuantos colaboradores pera ya tiene anda propia, una joya diseñada y realizada por la artista Lourdes Hernández Peña y el orfebre Orovio de la Torre.

Francesc Amat, hermano mayor de la cofradía y Amparo Gisbert, joven cofrade, me abren las puertas de su local, me cuentan cómo viven la Semana Santa y me pasean por sus calles.

El Cabanyal vibra y brilla. Está de moda y lo estará más. Las callejuelas animan a ser paseadas en su claroscura estética. Ruina y renovación se apuntalan a cada paso, terrazas y mesas familiares a las puertas de las casas copan las aceras. Gitanos autóctonos y rumanos, tan diferentes entre sí, comparten espacio con los payos no sin fricciones. Se ven locales de diseño mínimal y fusión, sobre todo dedicados a la hostelería que contrastan con locutorios, bazares y bares tradicionales.

Le pregunto a Fancesc su opinión sobre el proyecto municipal desestimado para la apertura de Blasco Ibáñez hasta el mar. Me dice rotundamente que no es partidario, las grandes avenidas dividen los barrios a su paso conformando otros nuevos, sería cuestión de tiempo que fueran dos entidades diferente a la unidad cultural que son ahora. Además, me dice pensando en la Semana Santa, sería muy difícil hacerla conjunta en un futuro teniendo que atravesar una arteria de esas dimensiones.

Sin duda esa actuación sepultaría gran parte del encanto que ya tiene esa zona y que está por florecer en estruendosa explosión a corto plazo. Cualquiera que lo visite dará cuenta de ello. Parece más razonable impulsar una renovación habitacional y preservar en lo posible la esencia del Marítimo, aunque nunca será así del todo pues toda renovación hunde unos aspectos y añade otros, a veces negativos. El precio a pagar será parecido al de Russafa, la masificación de visitantes en busca de ocio y la entrada de una nueva vecindad que junto a la original pasará página y conformará un nuevo escenario durante los próximos años.

Los actos trascurren con normalidad, las calles se llenan, horas antes hay sillas guardando el sitio en la calle de La Reina, por donde trascurre buena parte del Entierro de Viernes Santo. Es un espectáculo. El vestuario y el rigor procesional son el tono de la procesión, las bandas, muy numerosas, acompañan durante el recorrido a cada cofradía y en momentos atronan el paso con la percusión. Es música de saeta que se interioriza y marca la marcha de los asistentes, devotos o no. Sólo vi, siendo puntilloso, a un chico que portaba un estandarte con unas zapatillas de basket asomando visiblemente bajo el hábito, desde aquí le afeo el detalle.

Las cofradías representan momentos de la Pasión y Muerte de Jesús y se suceden infinitas en la procesión, de hecho el Entierro dura unas siete horas. Un momento especialmente señalable es la llegada de la Dolorosa, bellísima imagen que bajo palio va escoltada por centenares de granaderos, soldados de uniforme napoleónico que de normal visten pantalón blanco, pero por ser el día de Dolor, de la muerte de Cristo, visten completamente de negro y presentan el rostro velado. Algunas cofradías portan al Cristo en la cruz abrazándolo por las piernas, otra lleva al Santísimo y la última a Cristo muerto en un ataúd de cristal.

Aunque el tono general es de solemnidad y contrición, en un momento dado se introdujo la noción de cruz gloriosa por lo que los vestales que van inmediatamente detrás del ataúd visten de blanco y algunas bandas se permiten algunos ritmos menos funerarios, algo más animados.

Le pregunto a Francesc, como veterano que es, si percibe que la secularización de la sociedad, la pérdida de las creencias y valores religiosos se hace notar en el ambiente de las cofradías, es decir, si la Semana Santa Marinera pierde en devoción y gana en folclore o dicho de otra manera si la devoción es más cultural que religiosa. Francesc me sale por peteneras respondiendo que las cofradías son una actividad que se enmarca en la pastoral de las parroquias.

Es una realidad que la fiesta va en aumento y aunque la religiosidad pierde terreno a ojos vista las cofradías, organizadas, perdonen por decirlo, a modo de los casales falleros, suponen un grupo social muy atractivo para muchos. Ante la disolución del individuo en barrios donde los vecinos apenas se conocen la participación activa en una cofradía permite relacionarse con la vecindad, forjar amistades, sentirse parte de algo tradicional y festivo con mucha acogida que rezuma belleza, emoción y arte. La Semana Santa Marinera es una seña de identidad en la que participar es un orgullo.

Sirve además para regenerar un barrio azotado durante décadas por la marginalidad y las drogas, tiene una labor social y cultural inestimable, además de un gran atractivo para el visitante y el devoto.

Los actos concluyen el Domingo de Pascua con el desfile de Resurrección.

Apunten para el próximo año, no se la pierdan.

Tierra Canalla