Tierra Canalla ha estado el pasado fin de semana en el festival VESOS (Valencia Escena Sostenible). El Lugar elegido para el evento, Las Naves, en la calle Juan Verdeguer, ha sido un acierto. El escenario permite desarrollar diferentes actividades de manera sincronizada al tratarse de un multiespacio que alterna terrazas al aire libre con espacios interiores donde hacer talleres, charlas, debates o exposiciones.

La premisa del encuentro ha sido el kilómetro cero, esto significa que las instituciones, productos y artistas implicados debían estar erradicados en Valencia para participar, en pocas palabras, se trataba de promocionar lo nuestro en clave ecológica por los beneficios que en general esto nos procura a todos, preservar la identidad y cultura valenciana, dar de comer a nuestras familias, impulsar nuestro arte y nuestros artistas y concienciar a los visitantes del uso responsable y ecológico de los recursos y los medios de producción.

Durante el festival ha sonado casi ininterrumpidamente música en directo, en valenciano y de calidad y no han faltado sugerentes instalaciones artísticas. No por casualidad los dos organizadores, me cuenta Jorge Ros, uno de ellos, el otro también se llama Jorge, comenzaron hace años con un blog de música que derivó hacia este tipo de tinglados. Me tratan muy bien y me abren las puertas de su evento y su mundo.

En los tenderetes apostados en las terrazas se ofrecían productos autóctonos variados, mieles ecológicas (Sa Mel), que lo son porque no se les añade nada y las abejas son trasladadas hasta las zonas de floración, también había cerveza de la fábrica valenciana Tyris, patrocinadora del evento, cuya característica es que se elabora con cereal ecológico, muy rica, por cierto; se vendía calzado fabricado sin utilizar en el proceso electricidad ni materiales no reciclables, todo artesanal y de bonito diseño (Vesicapiscis), un delicioso vino blanco con Denominación de Origen Valencia, ecológico, por supuesto, producido por Herencia Hoya Marina, y un particular y exótico helado de cerveza conseguido por la firma Höp Cream, sita en Ruzafa, entre otros productos.

No faltaron estands de asociaciones como la conocida Greenpeace o una promotora que presentaba un innovador proyecto en España: hasta mil viviendas ecológicas en Paterna donde los futuros inquilinos decidirán el diseño final, la estructura y los servicios urbanos de que dispondrán en este barrio llamado La Pinada.

Hubo también actividades para los más pequeños, teatro de marionetas, piñata y un taller de plantación de semillas llamado La semilla del cambio a cargo de la Asociación “La Codolla”. Esta pequeña agrupación intenta recuperar el bosque quemado en Agullent en 2010 por iniciativa y medios propios ya que ninguna institución ha querido colaborar ni promover la reforestación, según me dice Víctor Benlloch, persona al cargo del taller.

Pero sobre todo llamó mi atención una asociación comprometida con la ecología valenciana, “Bioagradable”, compuesta por un grupo de jóvenes post-universitarios que han unido sus conocimientos, su voluntad y su tiempo libre con el objetivo de estudiar y proyectar una valencia mejorada en tanto a lo ecológico. Según me dicen su asociación no recibe ningún tipo de ayuda económica ni subvención.

Desde esta asociación están desarrollando un ambicioso proyecto de observación, análisis y propuesta de acción para mejorar el medio ambiente de nuestra ciudad. Su idea es presentar el fruto de su estudio a las autoridades políticas para que dispongan de esa información a la hora de tomar decisiones. Su principal aportación hasta la fecha es la concienciación de la ciudadanía para reducir el impacto en el medio ambiente originado por los hábitos de producción, consumo y transporte actuales.

Organizan limpiezas de residuos en zonas no turísticas de las playas valencianas y en general en cualquier ecosistema que lo necesite. Los encuentros son mensuales y suelen participar en ellos estudiantes de escuelas públicas y concertadas. Sobre todo recogen los miles de bastoncillos para los oídos tirados por el váter que los filtros de la depuradora de agua de Valencia no logra retener por su reducido tamaño. Estos bastoncitos llamados popotes son devueltos por el mar a nuestras playas. Con los desperdicios recuperados fabrican llaveros, peonzas y diferentes objetos.

Otro de los actos a los que pude asistir fue a Veganizeme. La filosofía de vida vegana cuenta cada día con más seguidores. La alimentación es sólo uno de sus aspectos, lo que los veganos buscan es que no se utilicen animales para la producción de bienes, servicios o alimentos. La organización Veganizer presentó su iniciativa de promover en los restaurantes valencianos la oferta de ciertos días o la inclusión de algunos platos veganos en sus cartas.

En general el festival ha girado sobre la visión de una Valencia sostenible. Esto significa concretamente apostar por una tendencia hacia una ciudad más ecológica, más espacios verdes, más instalaciones urbanas que inviten a una vida saludable, la implantación de medios de producción, trasporte y movilidad más respetuosos con el medio ambiente, con las personas y los animales… y un largo e interesante horizonte de posibilidades que dibujan una sociedad alternativa y hacia la que seguramente caminaremos en las próximas décadas.

Las propuestas allí presentadas, no hay que alarmarse, no están exentas de polémica y recelos por parte de la ciudadanía pues chocan en muchos puntos con lo establecido y todavía se identifican con cierta ideología de extrema izquierda y catalanista además, algo que para muchos valencianistas y conservadores resulta imperdonable.

Sin embargo más allá de las etiquetas, las ideologías, los intereses particulares y el politiqueo rancio que arma tanto ruido entorno a este tema, parece que va siendo hora de defender un ecologismo libre de esa morralla politizada y sectaria que lastra y empaña iniciativas tan loables como necesarias para el futuro de nuestra ciudad y nuestra comunidad.

Es una pena que tal etiqueta esté ensombreciendo posturas que tendremos que ir incorporando si no queremos empeorar nuestra calidad de vida; habrá que ir pensando qué mundo vamos a dejarle a Jordi Hurtado, como dice el chiste.

Al evento asistió el concejal de movilidad Giuseppe Grezzy, persona que tiene ya más enemigos que Batman y Spiderman juntos. Y es que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Sus medidas escuecen la opinión pública aunque muchas de ellas estaban ya previstas por el anterior gobierno y no son más que el desarrollo lógico de una ciudad europea y moderna como la nuestra. Por ejemplo el carril bici en la calle Colón fue un proyecto diseñado por el PP con la salvedad de que en principio ocupaba 1,7 m de la calzada pero que tras ser modificado por Compromís al final ha ocupado 2,5 m, hablamos de sólo 80 cm de más respecto al proyecto inicial.

Otras medidas tomadas adolecen a mi juicio de ceguera política absoluta, son actos de echarse piedras sobre el tejado propio y buscarse la ruina en las urnas, vamos, de granjearse opositores de manera regalada en proporción a lo aportan. Hablo por ejemplo de no poder aparcar en el carril Bus por la noche sin dar una solución alternativa y eficaz al problema de aparcamiento en las zonas de ocio. Porque el prohibir o grabar sin más la circulación, los aparcamientos o los vehículos no parece razonable. Esta medida va junto a otras destinada a reducir el tránsito y por ende la contaminación asociada pero por sí misma no genera prácticamente ningún beneficio y perjudica a muchas personas y negocios. Sería más inteligente promocionar los vehículos eléctricos si lo que quieren evitar es ruido y contaminación.

La cosa está que arde. Pero hay que recordar que aunque se haga política y negocio de la ecología siempre será mejor cuidar el medio ambiente que contaminar y mirar para otro lado.

Tierra Canalla